Me Pegue...


Cuando mi hija era un niñita, un día al llegar del trabajo, la abracé fuertemente y me quedé un largo rato así. Ella, por supuesto, no hizo nada por separarse.

– “Me pegué”, le dije. –“Me quedé pegado y ahora no puedo despegarme”.


Entonces ella, entre risas comenzó a hacer fuerza con sus bracitos intentando “ayudarme” a despegarme, pero finalmente cansada, y no habiendo podido despegarse del papito, optó por abrazarme y me dijo:


–“Yo también me pegué”. Así permanecimos largo rato hasta que por fin nos despegamos.

Indudablemente el jueguito le gustó y parece que el “pegamento” que usábamos era de buena calidad y de alto poder adhesivo, porque a menudo “se me quedaba pegada” un largo rato. Era muy gracioso ir a atender el teléfono, sentarse a escribir en la computadora, o inclusive salir a hacer alguna compra con ella literalmente adherida a mí.


Esa sencilla muestra de afecto me hacía sentir su almita tan cercana, casi fundida con la mía, tan pegada como parte de mí. Percibir los latidos de su corazoncito acelerado, su dulce vocecita tan cerca de mis oídos, el cálido clima de sus pequeños bracitos rodeando mi cuello… eran suficientes para hacerme olvidar del cansancio de un día agotador de trabajo y proporcionarme las energías para seguir adelante y no decaer a pesar de angustias y temores.

– “Gracias, Señor por estos bracitos que me rodean”, oraba frecuentemente. –“Esto es una bendición tuya. Te ruego la cuides y protégela siempre…”

 Pensar en esto proporcionaba un inmenso gozo en lo profundo del corazón de este papá.

Esos días del “me pegué” ya han quedado muy atrás en el tiempo. Ella ya no es una niña. Sin embargo yo sé que ama a su padre y sabe que, tenga la edad que tenga, siempre seguirá siendo esa dulce princesita de papá.
El Señor hace y dice cosas a través de las situaciones, que nunca dejarán de asombrarme. Es que hoy, al momento de recordar y escribir esto, he sentido la necesidad de acercarme a Él de tal manera de poder abrazarle como un pequeño niñito y decirle:


-“Señor, me pegué. Quiero vivir mis días pegado a tí como lo hacía mi pequeña niñita”

Guárdame como a la niña de tus ojos;
Escóndeme bajo la sombra de tus alas,


(Salmos 17:8 RV60)
Autor: Luis Caccia Guerra

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